Deberíamos comenzar por preguntarnos si alguna vez hemos sido fieles, al menos los que somos mas talluditos.
Desde luego en cuanto a cambio, a rotación, no, no hemos sido fieles, aunque quizás nuestra velocidad de infidelidad era mucho menos que la podemos ver en la actualidad.
Es algo lógico, hace 15 años (y más) no teníamos la tentación constante a nuestro lado (recuerden al atleta espartano rechazando la comida, ante el espectáculo de las orgias romanas, seguro que ustedes también han leído ese clásico del management que es “Astérix en los Juegos Olímpicos”) de Linkedin, Infojobs, etc.
Además las familias ahora apoyan esa rotación (justo lo contrario que antes) ante la necesidad de ver triunfar a sus vástagos, porque ellos lo valen.
En cambio sí es cierto que en cuanto a honradez y coherencia, éramos un poquito más claros, mientras que ahora parece que se ha desarrollado una tolerancia hacia ciertas cosas, no sé si en la esperanza de que alguna día me toque a mí.
Es verdad que el boom de los 90 y 00, junto al batacazo (por contraste) que nos hemos dado a mediados de la de la segunda década del siglo XXI, ha provocado que muchas empresas fueran mucho más “duras” que hasta entonces y que en muchas ocasiones se hayan tomado decisiones tan dramáticas como indispensables. En otras ocasiones, han cerrado.
Esto ha provocado que muchas personas hayan perdido el miedo a cambiar (otras no, y por no perder ese “pasivo laboral” que era su antigüedad, al final se han quedado sin nada, sin empleo y sin pasivo laboral).
También es verdad que por desgracia hay “empresas” que practican malas artes, como pagar media jornada a trabajadores que trabajan la jornada entera, provocando en la opinión pública una sensación de podredumbre extendida que generaliza la confusión entre “negocios” y “empresas”.
Para colmo la palabra empresario ha pasado al inventario de insultos y hay que hablar de emprendedores para obviar la palabra maldita, claro que esa confusión lleva a cosas como premiar a ese “emprendedor” magnifico que fue el fundador de GOWEX «sic».
Realmente no se puede exigir a un trabajador fidelidad a una empresa (me parece gracioso cuando en un campo se insulta a un futbolista llamándole pesetero, cuando va a cambiar de equipo), excepto claro cuando firma esa fidelidad, por ejemplo a cambio de una formación avanzada.
Todo el mundo tiene derecho a progresar y ese progreso necesita en ocasiones cambios, la misma empresa, el mismo sector no nos da siempre toda la cancha necesaria.
En cada cadena de valor se paga unas cantidades diferentes, la mejora implica cambiar de una cadena a otra, con el riesgo consiguiente.
No tiene sentido que nos quejemos constante y amargamente de que no nos suben el sueldo en nuestra empresa, si nuestro mercado no paga más por ello, hay que buscar nuevos mercados para el trabajador (pero lo tiene que buscar él).
En ocasiones hay personas que no calibran bien el salto y se pegan un golpe, más o menos fuerte, por eso es importante conocer muy bien nuestras capacidades y las demandas de la cadena de valor de destino.
A veces nos veremos obligados a “invertir” para dar ese salto y ahí está la formación, aunque entiendo que nuestra actual empresa no tiene porqué subvencionar ese paso, lógicamente.
¿Qué ocurre con la rotación?
Resumen del post:
Hablamos de infidelidad pero ¿Qué está ocurriendo ahora? A falta de unos datos científicos (no le quitemos el puesto a los sociólogos) en mi opinión hay cosas evidentes.
Como he adelantado, la tentación es constante, las redes sociales y los portales especializados te vienen a buscar todas las mañanas.
Antes, sólo cuando tu jefe te cabreaba mucho (los que teníamos jefes normales), el domingo te leías la páginas de empleo de El País de pe a pa. Pero claro, no estabas cabreado todas las semanas, ahora creo que casi todo el que tiene menos de 40 años dedica sus primeros 15 minutos de la jornada laboral a Infojobs.
Los jóvenes han desarrollado una preocupante incapacidad para abordar de forma inteligente el comienzo de una carrera profesional, tienen, gracias a sus padres, una baja resistencia a la frustración (les han dado todo) y lo quieren todo y lo quieren ya.
Es lógico y sano desear una casa en un buen sitio, con comodidades, con vacaciones de invierno y de verano, pero es insano creer o pretender que desde el minuto cero las cosas van a ser así. Claro que son producto de una educación (vean el XL SEMANAL de ABC, del 22-06-14, el interesante artículo “Un dictador en casa”).
Algunos nos independizamos, con boda o sin ella, en pisos con habitaciones vacías y otras amuebladas con donaciones y muebles de fabricación propia, preferimos eso a ser una carga familiar unos años más y preferimos tener nuestra vida, aunque mama ya no planchara nuestras camisas.
Las familias han cambiado.
Leí que el 23-F se acuarteló a las tropas no tanto por miedo a que salieran a armar bulla (con las excepciones conocidas) sino por miedo a las mujeres de los militares de la época y al ambiente cuartelero de las casas de militares.
Ahora ocurre algo parecido y son los padres los que calientan las orejas de sus hijos con eslóganes que nos recuerdan a algunas grandes superficies (Tu eres tonto, te están engañando, eso que te pagan es una miseria, etc.)
Nunca me había encontrado con empleados (hablo de adultos universitarios con máster de postgrado, de verdad, no Bolonia, con no menos 2-3 años de experiencia) que me dicen que cierta oferta ¡La han consultado con sus padres!, pero bueno, un norteamericano se deja cortar la cabeza antes de reconocer (si lo hiciera) algo así. ¿Qué madurez es esta?
Nos dice El País (29-06-14, página 9 del suplemento Negocios) que “En Europa se ayuda para que se vayan (los jóvenes), en España para que se queden (en casa)”
Los cambios se están haciendo por, entre otras, las razones anteriores y en muchas ocasiones con formas mejorables, tanto que empieza uno a cuestionarse si merece la pena la flexibilidad, la conciliación, la flexibilidad, y un largo etc.
¿Merecen la pena? ¿Se valora? Hay que pensarlo…
¿Qué ocurre con la honradez?
Se detecta también una caída del compromiso. Vale que ese compromiso no sea jurar los principios del movimiento, ni jubilarte en tu primera empresa, pero sí que mientras estás en una organización, con unos compañeros, unos superiores y unos clientes, debes de ser coherente y cumplir con tu obligación.
Se ven demasiadas huelgas de brazos caídos de ofendidos, que no son conscientes de que 5 millones de españoles matarían por ese puesto, son los parados. Creer que mereces más, con razón o sin ella, no da derecho al dolce far niente y además si tan bueno eres, busca otra empresa, pero no te conviertas en el tóxico local, porque el primer intoxicado eres tú.
Es curioso cómo, cada vez más deprisa, se pasa del “feliz día en que me sacaron del paro” a “esta empresa no me valora”.
Uno tiene la sensación de que hemos perdido los escrúpulos ante la falta de honradez. Es cierto que lo que vemos en los medios no anima mucho, pero también es cierto que la mayoría de nuestros compatriotas, incluidos los políticos (la que me va a caer) son honrados.
Parece que nos acogemos a ese ambiente aparentemente generalizado para no ser nosotros honrados, y si no somos honrados en lo poco, no lo seremos en lo mucho, como dice el Evangelio.
Las leyes laborales siguen protegiendo, con la anuencia de los sindicatos, al trabajador poco honrado y eso no se arregla ni se justifica con que haya empresarios que tampoco sean honrados.
No se valoran bien los daños que se causan por esa falta de honradez, desde los económicos (y no se trata de penalizar las fotocopias del DNI para el carnet de la piscina) a los estratégicos (causados por ejemplo, por indiscreciones con información sensible).
Es una pena que la palabra de damas y caballeros, que hasta hace muy poco era ley en muchas empresas, se haya visto enterrada por algunos trabajadores y, desde luego, algunos empresarios.
¿Y qué podemos hacer (como empresas)?
No tengo, lo siento, no siga leyendo, la receta mágica.
Yo si he crecido con un buen número de noes y estoy acostumbrado a esta falta de seguridad y no estoy frustrado por ello, pero sí creo que hay cosas que podemos, y algunas que debemos, hacer, sobre todo si tenemos alguna capacidad de decisión o autoridad (esa palabra que ha desaparecido de nuestras conversaciones no sé bien porqué).
Adaptarnos, esto es lo que hay. No podemos adoptar la estrategia de la avestruz, las situaciones hay que afrontarlas.
Seguramente nos sentiremos desfasados (si hemos pasado de los 40), pero en esa sensación siempre habrá una parte de realidad y otra de mera percepción, eso sí no nos podemos desenganchar de la maquina que tira, sea ésta la que sea.
Además ya sabemos que los viejos tiempos, nunca vuelven.
No desanimarnos. Es fácil caer en la tentación y desde el desanimo abandonar las buenas prácticas en el trato a las personas.
La necesidad actual es hacerlo de forma selectiva, creo que se acabó el café para todos.
Exijamos honradez radical allí donde tengamos poder. Y donde no lo tengamos, también. Creo que debemos dejar ese falso pudor que nos impide reivindicar en voz alta lo justo y lo honrado, en nuestro ámbito personal y en nuestro ámbito profesional.
Nuestro silencio nos hace cómplices.
Eduquemos a nuestros hijos, es decir, no les demos todo y ya. Hijos, sobrinos, hijos de amigos, es igual, seamos una voz crítica ante los jóvenes y niños, no vale todo, no tienes que tener todo.
Midamos el nivel de satisfacción de nuestros equipos. Van a salir cosas duras y algunas injustas, pero sin datos no somos nada.
Creo que la encuesta de clima laboral, una de las de más duros resultados, es imprescindible.
Seguro que hay mucha injusticia en las valoraciones, pero es pura realidad. Posiblemente detecte medidas que cuestan y que sin embargo no incrementar un ápice el bienestar de su gente.
Identifiquemos a nuestras personas clave y permitamos la rotación de los demás.
No podemos luchar contra la marea, solo acompañarla; es imprescindible conocer a nuestro equipo y su impacto real en los resultados.
El resto, vendrá e irá, no pasa nada.
Librémonos (es decir, despedir) de las personas tóxicas. La pena es el coste de despedir a un tóxico.
Comunicar, comunicar y comunicar. Siempre es poco y siempre es desagradecido, pero peor es no hacerlo.
La comunicación nunca es demasiada y como decía André Guide, “Todo está dicho, pero como nadie escucha, hay que repetirlo”
Analicemos la rotación no deseada, que por lo menos no se nos vaya también la información. Saque toda la información posible de aquel que no tiene nada que ocultar, solo tenga cuidado con las ”últimas venganzas”
No nos convirtamos en madres y padres en el trabajo. No entre en su juego, usted es el jefe, o el compañero, o incluso el subordinado, pero no somos familia
Y, si no queda más remedio, se frío, baja tu emocionalidad. Acostúmbrese, este mundo será cada vez más anglosajón y menos latino.
Serafín Carballo
Licenciado en Biología y Doctor en Microbiología Aplicada por la Universidad Complutense de Madrid. Master (MBA) en administración y dirección de empresas por el IDE-CESEM. Profesor asociado de Microbiología Industrial en la Universidad Complutense de Madrid y de los cursos de gestión de calidad de AENOR. Evaluador EFQM acreditado de AENOR-Club de Excelencia. Socio fundador de PRYSMA Calidad y Medio Ambiente y Director de Consultoría.