En estos momentos ser youtuber e influencer de los conocidos es equiparable a la profesión de cualquier autónomo, porque lo son.
La diferencia es que venden su imagen, su conocimiento o su capacidad de entretener desde una habitación o el salón de su casa.
Crean contenido adaptado a una audiencia y poseen un público fiel.
No necesitan salir a vender medios, para eso están las agencias o las propias plataformas.
Pagan impuestos en el país que residen y a diferencia de un medio tradicional, donde están limitados en público, tienen la capacidad de llegar a varios países.
Lo que tenemos que aprender es a enseñar a discernir a nuestros jóvenes y no tan jóvenes, que hay de verdad y que hay de mentira en cada imagen, en cada video, en cada podcast.
No pueden diferenciar lo que es realidad y lo que no
Lo peor es que somos nosotros mismos los que estamos alimentando una generación de jóvenes tristes y frustrados, a quienes lo único que les importa es el número de «likes»
Refrán de antaño: “Así te ven, así te tratan”. Siempre se interpretó esa frase como algo que no sólo incluía la estética, sino también el conjunto de una personalidad.
¿Cuándo empezó a ser más importante el parecer que el ser?
Para algunas personas, cuando se les preguntaba si podían definir el vídeo en una palabra, todos la sabían: postureo.
El vídeo maravilloso. La realidad, una pena.